La Naturaleza -y de ésta el mar como fijación en su estado más impulsivo y real-, es la fuente donde bebe, es la luz que recoge, es el misterio donde indaga y se inquieta sin cesar el poeta. Del laberinto de los sentidos, de las regiones profundas de lo misterioso, entresaca y comparte imágenes y emociones, que ahora presenta en estos “Versos de azul”, junto a instantes fotográficos de gran hermosura visual y belleza creativa.
Ese reflejo oceánico e íntimo en el que cree manifestarse, define todo el color de la poesía de Jpellicer; plectro que nos muestra un universo personal, desde el lado más melancólico y nostálgico, transformados en singulares versos. Hablamos de inspiración poética, pero no podemos olvidarnos de la ingente obra fotográfica, donde la poesía queda plasmada, a su vez, de una manera fehaciente y hermosa.
El poeta retrata la realidad desde la cercanía, a partir de pasos transitados, de sentimientos recogidos, atesorando instantáneas que recorre con los ojos y acopia con su cámara, para aprehender el paisaje y sus gentes, a través de la emoción profunda que le inspiran. El poeta se ubica en el ensueño y en la magia, en permanente alerta por serle fiel, con entrega y profundidad, creando, con minucia de artesano, su extraordinaria obra. Poesía escrita y poesía fotográfica resumen la labor de este virtuoso creador; dos conceptos que se complementan a través de la sensibilidad y la experiencia.
JPellicer va logrando una plenitud poética sin prisas, sin alardes, de una manera espontánea y natural, dejando constancia y esencia fehaciente de lo realizado sentido. Se percibe en su obra el uso poético de los colores cambiantes, de la luz resplandeciente, de los crepúsculos mediterráneos, de los fuertes oleajes y de las brisas viajeras, como constantes vehementes de las que nos deja manifiesta entrega: emociones, ensueños, pensamientos, vida, amor y muerte…, elementos presentes, mundo imaginativo, a la vez real e incesante. Por ello, cuando escribe, detalla fascinaciones como realidades, instantes de seducción retenidos en una tenaz obsesión por atesorarlos, para, transformándolos, dejarnos toda la esencia artística y filosófica como un eco profundo en nuestra asombrada mirada. Hay constantes dentro de la naturaleza, que logra rescatar y hacer permanecer: el mar, el hombre, su entorno y condicionamientos, todo cuanto conlleva esa dualidad de realización indeleble, algo que interpreta como evocación o canto elegíaco, en la eterna búsqueda por entender el lugar que ocupamos; como una oscilación de la sensibilidad entre realidad y nostalgia.
¡Cómo impresionan las instantáneas al contemplarlas!, ¡cómo sus poemas nos transportan a un mundo de reflexiones y sentimientos!
No se pueden desasociar ambos aspectos: todo ese compendio bello y sincero, es un fragmento generoso de impulso y creatividad, trasportado desde la misma realidad, como una entelequia que se hace manifiesta traduciéndose en fecundos sortilegios de colores.
El fotógrafo puede poetizar sus sueños, las imágenes que le obsesionan, reflejar representaciones pictóricas, recoger atmósferas para traducirlas en emociones e inquietudes, subvertir el mundo real, su lógica convencional, romper sus sintaxis, generar y yuxtaponer un nuevo decir; el poeta conmueve al fotografiar esos sueños en su interior y reflejarlos en palabras más allá de las metáforas, adentrándonos en la visibilidad de los asombros, creando una realidad única, a través de las palpitaciones provenientes de sus conmociones. Hermandad profunda entre ambos contextos: inquietud, versos, mirada, imaginación, imagen, sonidos…
Palabras o pixeles, para versar, referenciar, entresacar y transponer la propia alma, aguardan en estas instantáneas, en estos sensibles poemas… Como una sublime y asombrosa aparición de la luna llena sobre la superficie del mar.
Teo Revilla Bravo.
Barcelona 28-11-2010.
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