«La diferencia entre una democracia y una dictadura consiste en que en la democracia puedes votar antes de obedecer las órdenes.» (Charles Bukowski)

La aprobación de una ley de amnistía que nadie, salvo un prófugo de la justicia, ha pedido y que perdona los delitos contra la democracia es una tragedia para cualquier país democrático. Este acto, va más allá de la justicia porque compromete los principios fundamentales que sostienen la democracia y por ende el tejido social sobre el que se sustenta. Cuando un gobierno recurre a esta medida, con el único objetivo de mantenerse en el poder, sacrificando la integridad de las instituciones a cambio de votos, daña gravemente la confianza pública estremeciendo los pilares de la convivencia cívica.

Tal ¿error? político envía un mensaje altamente peligroso para la sociedad: la impunidad puede ser comprada y el poder negociado a espaldas de la justicia. La democracia se basa en la igualdad ante la ley «Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social. (Art.14 CE)» y la rendición de cuentas. Principios que se destruyen al perdonar y olvidar acciones que intentaron subvertir el orden democrático. Esta decisión mina la credibilidad de las instituciones judiciales y legislativas, creando un precedente que sugiere que las leyes y los derechos de los ciudadanos son transaccionales; de quita y pon; adaptables y cambiables a cualquier capricho o necesidad personal.

Se ha de considerar además que, al conceder amnistía a los responsables de ataques y graves ofensas a la democracia, se deslegitima el sufrimiento de las víctimas y se trivializa la resistencia de quienes defendieron el orden constitucional. Las víctimas de la violencia política y los defensores de la democracia, incluido el propio Jefe del Estado (S.M. El Rey), ven como sus sacrificios se menosprecian en un gesto que prioriza la conveniencia política inmediata y absolutamente autoritaria y partidista sobre la justicia y la memoria reciente porque si lo que se pretende es la reconciliación auténtica no puede construirse sobre el olvido forzado y la negación de la justicia, ni mucho menos impuesta. Esta ley, de ser aprobada, lo será sin el respaldo de la sociedad quién quizá, en última instancia, debería tener la opción a poder expresar su opinión a través de un referéndum). «El Tribunal Supremo ha proclamado que no es legítima la adopción de una ley de Amnistía posterior a la de 1977, nueva norma que, de adoptarse, estaría al margen de la Constitución. En este sentido se pronuncia, expresamente, el Pleno de la Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Supremo, en sentencia de 20-11-13, recurso 13/2013, fundamento jurídico sexto. (Álvaro Redondo Hermida, Fiscal del Tribunal Supremo)»

Lo que se desprende a poco que se observe el recorrido de esta diabólica maniobra política es una absoluta crisis de liderazgo. Un gobierno que recurre a la amnistía para mantenerse en el poder está admitiendo su incapacidad para gobernar mediante legitimidad y consenso democrático. El trueque de votos (7) a cambio de impunidad muestra además de una humillación a la ciudadanía, (ningún ciudadano lo ha votado ni ningún partido político de gobierno de los llamados constitucionalistas, llevado incluido en su programa electoral), una desesperación por el poder que contradice los principios democráticos, donde el liderazgo debe ganarse a través del respeto a la ley no ofendiéndola, y la voluntad popular no ninguneándola; no mediante pactos secretos acordados fuera del país y bendecidos por intermediario internacional con quienes buscan subvertir el sistema. Porque qué es o qué significa la democracia sino un pacto social basado en la confianza y esperanza de un futuro que sea de todos y del que todos nos sintamos orgullosos, y para eso, obligatoriamente debe ser justo, porque como decía Camus: «Si el hombre fracasa en conciliar la justicia y la libertad, fracasa en todo.»

Llegados a este punto no conviene olvidar que merced a estas formas de gobierno, la desilusión y la apatía cívica se convierte en un caldo de cultivo para futuros ataques contra el sistema democrático. Esta casta política lo sabe, o debería saberlo. No se pueden llevar a engaño de lo que en un futuro más o menos cercano pueda llegar a suceder porque además, lo han anunciado: «Los líderes independentistas amenazan: Lo volveremos a hacer, juntos y mejor.» (Vozpopuli 16/07/2021)

Finalmente, la aprobación de una amnistía en estas condiciones, refleja el deterioro ético y moral de cierta clase política. Los líderes que priorizan su supervivencia política sobre el bienestar del sistema democrático están traicionando su mandato y responsabilidad hacia sus ciudadanos. Cuando el escenario político se convierte en un desleal juego de poder y supervivencia al precio que sea enfrentando incluso a la propia ciudadanía, se convierte en una amenaza para la democracia misma.

Una ley de amnistía que borra los ataques y delitos cometidos contra la democracia, motivada exclusivamente por la ambición de mantenerse en el poder, constituye una tragedia para cualquier país democrático.

Juan A. Pellicer
Sursum Corda (arriba los corazones)