Aquietada la ira
en la luz de la esperanza
se hace verdad el camino
dejando atrás la pena;
se siente la calma en la brisa
rozando el cabello,
en ese murmullo guiando los pasos
más allá de cualquier silencio.
No hay temor a lo lejano,
– ¡vida por vivir! –
ni apego al ahora de condena;
no hay temor a la libertad
¡no puede haberlo!
en los pulsos de la miseria.
Prendida la mirada,
prendada del ocaso,
perdida al albur del silencio,
parida a este mágico azur
envuelto de serena calma
nacido en el lienzo de tu obra.
¡Calla, calla, calla…!,
que quiero oír
las voces que ahora llaman,
que quiero ver tu cara mañana
que estaré siendo siempre…
también cuando me vaya.
©Jpellicer
2411100058224susurrosdelahora©
Hermoso, sencillo y nostálgico poema
Muchas gracias Clara Patricia. Un abrazo desde el Mar Menor de España.