Obra de Juan A. Pellicer

Ser libres: nuestra mayor responsabilidad©

por | Ago 15, 2024 | 2 Comentarios

«Como el miedo es el mayor suplicio de los tiranos, el crimen más irremisible a sus ojos, es hacerles sentir miedo» (Jean Baptiste Say)

Para que la desvergüenza y oprobio de los tiempos que lo son de corrupción, opresión y tiranía no borren la razón e identidad de lo que somos, será conveniente echar más carne en el asador. No asustarnos y mirar a los ojos a los que nos deshonran y traicionan, a los de las voces absolutamente desprestigiadas por sus propias mentiras y también a los que con sus silencios continúan otorgando crédito a autócratas y criminales; no dejarnos reducir por nuestros complejos y frustraciones frente a los que con sus podridos y comprados poderes disfrutan haciendo carrera humillándonos y vejándonos como seres humanos. Será muy bueno creernos desde lo más profundo de nuestro corazón que aún seguimos siendo libres para alzar la voz contra la corrupción generalizada de una casta política y las bajezas innobles e inmorales sobre las que quieren reconstruirnos, teniendo muy presente que «el tirano oprime a sus esclavos, y éstos no se vuelven contra él, sino que aplastan a los que tienen debajo».

El momento que atravesamos exige más que simples palabras o gestos de superficial indignación, como los de la otra «casta política» que nos quiere confundir y conformar para que nada cambie, para que cuando ellos lleguen todo siga igual. Debemos entender que la defensa de nuestra libertad y dignidad comienza en el interior de cada uno de nosotros. No podemos esperar que el cambio venga de arriba, de esos que han convertido la vulneración de derechos en costumbre, la infamia como método, el odio como mensaje y el silencio y la ocultación como arma contra la verdad. El cambio, la resistencia cívica y pacífica, deben nacer de una convicción firme, inamovible, de que somos dueños de nuestro destino y guardianes de nuestra integridad moral como personas y ciudadanos de un estado libre y de derecho donde todos nos veamos y sintamos iguales ante los otros y fundamentalmente ante la ley.

Es necesario que nos despojemos del miedo que nos paraliza, del conformismo que nos hace cómplices, aunque sea de manera involuntaria, de las mismas injusticias que denunciamos. No hay excusa válida para el silencio frente a la corrupción, para la pasividad ante la humillación, para la indiferencia frente a la manipulación descarada de nuestra dignidad. Es hora de que cada uno de nosotros se mire al espejo y se pregunte si está dispuesto a ser parte de la solución, si está dispuesto a levantar la voz y a defender, con todas sus fuerzas, su libertad, nuestra libertad. O por el contrario, quiere seguir siendo cómplice de este escenario de terror, deshonra y afrenta que, para que una minoría de sinvergüenzas y miserables vivan, otros están diseñando para el resto, para la mayoría. Precisamente esa (nosotros) que no se queja pareciendo aceptar con todo.

La batalla por nuestra dignidad y libertad es interna tanto como externa. No basta con señalar a los corruptos, a los traidores, a los miserables, a los que venden su conciencia por un trozo de poder. Es vital que cada uno de nosotros se someta a un riguroso examen de conciencia, que se exija a sí mismo la honestidad, la valentía y la responsabilidad que reclama de los demás. Porque solo cuando seamos irreprochables en nuestro interior, cuando hayamos vencido nuestras propias debilidades y temores, seremos capaces de enfrentarnos con firmeza a quienes buscan anularnos destruyendo lo que somos.

No podemos permitir que la vileza de estos tiempos nos defina. Hemos de recuperar el orgullo de ser personas libres, capaces de decidir nuestro propio camino, y, sobre todo, de no rendirnos ante la ignominia. No hay mayor traición que la que se comete contra uno mismo al aceptar lo inaceptable, al tolerar lo intolerable, a asumir ser nuestro propio verdugo por querer ser libres. El tiempo de la sumisión ha pasado y es hora de alzar la voz, de exigir respeto y de demostrar, con hechos y palabras, que no queremos dejar de ser lo que somos, libres e iguales en el país abierto, común y democrático que nos dimos, y que estamos dispuestos a defender esa libertad con las mismas fuerzas y convencimiento, al menos, a las que los hijos de la ira, el odio, la venganza y la dictadura intentan arrebatárnosla.

Esta frase de Murakami motiva mi conciencia, es musa de mi rebeldía  «Cerrar los ojos… no va a cambiar nada. Nada va a desaparecer simplemente por no ver lo que está pasando. De hecho, las cosas serán aún peor la próxima vez que los abras. Sólo un cobarde cierra los ojos. Cerrar los ojos y taparse los oídos no va a hacer que el tiempo se detenga.»

Juan A. Pellicer

Sursum Corda (Arriba los corazones)

 

2 Comentarios

  1. jose Manuel Muñoz García

    Lo temible para todos estos totalitarios y criminales, es que aquellos oprimidos levanten la voz todos unidos, la desvergüenza del miedo que se siente estando subido en el punto más alto de la pirámide es lo que les hace más débiles, para eso debemos estar todos unidos ante la opresión sin temor a tirar la puerta de los palacios, de las puertas de las pirámides, tirar las puertas de sus mansiones y palacios catedralicios y de aquellas cuevas donde se esconde el cobarde amparado por todos los palmeros que lo único que van buscando es el beneplácito de ese a quien nombran Señor, sin ser más que un leproso mental que va creando dolor y muerte a su alrededor ante el temor de aquel que ha quedado vivo y que sabe que tarde o temprano y ante el estupor de todos aquellos que han estado detrás del criminal gerente y temprano recibirán
    su merecido, si no de frente por la espalda al igual que han hecho ellos con el resto de los que han aniquilado.

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    • Pellicer

      Muchas gracias José Manuel por tus letras las cuales me llegan con la fuerza e intensidad del que vive y siente el robo de la preciada libertad. Sigamos creyendo y creando espacios para la esperanza. Un abrazo fuerte desde el Mar Menor de España.

      Responder

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