Saber llorar para saber reír
en el piélago del alma,
isla de coral infinito
pintada de anhelos
que nunca tuvo horizontes;
cuna de olas perdidas
con amaneceres de cualquier azul
donde inventar más días
envueltos en lo imposible
de cualquier deseo.
Llorar para saber reír
es la respuesta a todo silencio,
a cualquier sombra
vestida de pena,
al susurro equivocado
que sin saber quiso pedir,
a la mano solitaria
que nunca supo dar.
Llorar en la grandeza
de lo que somos;
reír en la alegría
de cuánto fuimos.
Llorar y reír,
esa quizá sea la voz,
con la que nos llama la vida.
©Jpellicer
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