«No se puede ser y no ser algo al mismo tiempo y bajo el mismo aspecto». (Aristóteles)
En el teatro de la vida, donde cada individuo interpreta su propio papel, es esencial seleccionar cuidadosamente a tus compañeros de escena. ¿Quién querría rodearse de personas que han convertido la traición, la mentira y la falta de moral en su diario quehacer? ¿No sería más positivo compartir «escenario» con los que no ven la vida como un maratón cuyo trofeo lo gana quién más «actitud» demuestre en pisotear al prójimo?
Se abre el telón:
Acto uno: los Traidores. «Está llegando la época en que la honorabilidad es la excepción y la traición es la norma» (Mario Vargas Llosa). Esos malabaristas que te dan una palmadita en la espalda mientras te roban el sosiego de tus sueños. Mantener distancia de ellos no solo es una cuestión de autoprotección, es una estrategia de supervivencia emocional.
Acto dos: los Mentirosos. «El mentiroso siempre es pródigo en juramentos»
(Pierre Corneille). Son los artistas del disfraz cuya verdad es tan «volátil» como una mariposa en un vendaval. Evitarlos es como despojarte del peso de una incómoda mochila que te mantenía paralizado. ¿Por qué desperdiciar nuestro tiempo, que es precioso y nuestra energía que no es renovable, en intentar entender sus falsas poses y voces impostadas, cuando además de poder disfrutar de una conversación honesta y sincera con otra persona, ni es necesario ni aporta nada compartir nada con los «mudos de la verdad»?
Acto tres: los Inmorales. «El sentido moral es de gran importancia. Cuando desaparece de una nación, toda la estructura social va hacia el derrumbe» (Alexis Carrel). Los moralmente cuestionables, los inmorales, aquellos que han dejado, por su miseria, degradación y bajeza humana, sus brújulas éticas en el cajón del olvido. También resulta muy recomendable que «corra el aire» entre ellos y nosotros. ¿Por qué involucrarte con personas cuya única preocupación es su propio interés, sin importar quién resulte perjudicado en mayor o menor medida en este proceso previo de malintencionado acercamiento por su parte?
Sería bueno reparar en la representación de estas tres «pandas» de miserables con que la vida nos tienta a diario, siguiendo el contexto escénico, observarlos con la paciencia y sabiduría de cualquier entendido en dichas artes nos ayudaría a mantenernos alejados de ellos, dado que además de una cuestión de inteligencia, lo sería también como antídoto de preservación del buen estado anímico. Después de todo, ¿por qué llenar tu vida con personas que te arrastran hacia abajo cuando podrías elevarte con aquellos que te inspiran, te apoyan, te aportan y te hacen sentir, sobre todo, bien contigo mismo?
Hazme caso, aunque no es obligatorio, tu integridad moral te lo agradecerá.
Y ahora, si me disculpas, marcho a ver buen teatro y no este que nos ofrecen corrupto, y sin embargo, bien pagado.
Juan A. Pellicer
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