Hay cerca de mi casa otra ventana para redimir cualquier desesperanza; nueva oportunidad para sentir la ternura de lo bello de los momentos.
Donde la luz de la mañana sabe tan “dulce” como se imagina la fragancia de la mejor esencia, paz eterna vestida con el azul del mar que, aunque menor, es inmenso en su bondad siendo la quietud de sus horas mecidas por olas que nunca son grandes aunque sí para la caricia.
De mis amigos, que son pocos, como la grandeza derramada de la magia de aquellos silencios interrumpidos de miradas bendecidas por el amor que estalla en el alma de la nobleza de lo humano, encuentro el abrazo.
Hay cerca de mi casa un paraíso, altar erigido para la oración, que comienza con agradecimiento viviendo el amén sobrecogido en la paz de cada amanecer.
Muy cerca, una gaviota ha pintado un cuadro donde puedo “tocar” sus colores perdiéndome entre sus sombras quedando dormido en la eternidad de cualquier imposible regalado por mi dios.
Comparto mi mar, que es menor, como comparto mis letras … en silencio.
Juan A. Pellicer
Yo, que tengo la suerte de conocer el rincón que describe el poeta, doy fe de que la belleza que describe es cierta. Aunque la vida me ha demostrado que los lugares, circunstancias y relaciones tienen mucho que ver con las personas que los vivencian. Y puedo asegurar que el los hace más grandes, más bellos…
Muchas gracias por tu generoso comentario. Ciertamente es así como dices, las personas quizá sean las que mueven las montañas, sobre todo las creadas de sentimientos. Un abrazo.
Los rincones que configuran nuestro espectro universal entran por nuestros ojos, se maceran en nuestra alma y vuelven engrandecidos al universo, esa es la grandeza de los creadores de universos, gracias Dios yo también formo parte de este en particular, siendo un regalo entre el mar menor de Murcia y los cielos.
Chema Muñoz. ( una pequeña parte de este nuestro universo)
Muchas gracias por este comentario/reflexión. Un abrazo