Obra de Juan A. Pellicer

La sibilina inmoralidad que somete y condena a la Sociedad Civil©

por | Ago 8, 2024 | 0 Comentarios

“Servirse de un cargo público para enriquecimiento personal resulta no ya inmoral, sino criminal y abominable”
(Cicerón)

En el desautorizado por impresentable escenario de la política, donde conviven intereses y ambiciones, se generan estrategias tan sibilinas como perversas, siendo lo que se conoce como «ingeniería social y política» lo que, en búsqueda desenfrenada por el poder, perfecciona hasta límites insospechados el arte de la manipulación, sumiendo a la sociedad civil en una macabra realidad de control y sumisión. En este marco de miseria moral es donde podemos apreciar la indignidad de los que, a «cualquier» precio, buscan perpetuarse en el poder.

La sibilina naturaleza de la manipulación política se manifiesta travestida de muchas formas. Desde el manido y embustero lenguaje de los discursos de los de la «casta», hasta las artimañas maquiavélicas detrás de las cortinas del poder, cortinas por cierto desde donde a veces, incluso han aparecido urnas con votos escondidos. Cada movimiento está cuidadosa y meticulosamente diseñado para enturbiar y confundir las percepciones y manipular las opiniones y por tanto, voluntades, de la población. Esta denigrante -por ofensiva- casta política, imbuida por esa insaciable voluntad de dominio, de poder, de imposición… utiliza estos métodos para sembrar la discordia, avivar los temores y promover agendas tendentes a someter «domesticando» y alienando a los ciudadanos.

En este sórdido juego de poder, la palabra «perverso» adquiere todo su significado porque estos miserables no dudan en recurrir a estratagemas moral e incluso legalmente cuestionables, manipulando emociones, distorsionando verdades y desestabilizando la sociedad en ese enfermizo afán por mantener su control y como digo por el consiguiente dominio sobre la ciudadanía. Es en la perversidad de sus acciones -o inacciones- donde mejor podemos constatar la ausencia de escrúpulos basada en la crueldad con la que sacrifican el bienestar colectivo en aras de sus propios intereses.

Creo que el ciudadano de a pie, tú y yo, estamos siendo víctimas de una herramienta de opresión, de un medio, muy antiguo eso sí, a través del cual se busca mantener a la sociedad civil en un estado de sumisión constante y por ende dependiente. Y para ello no se duda ni escatima en la creación de estructuras concebidas para la manipulación de la información; en activar narrativas convenientes a sus miserables causas y por supuesto suprimiendo, de variadas y sutiles – o no tan sutiles- formas, la ocultación o degradación cuando no eliminación -en sus muchas formas- de las voces disidentes. Estos responsables políticos a los que un día se les entregó la confianza a través del voto para que empeñaran su vida en nuestro favor y el de nuestros intereses, no solamente no lo hacen, antes al contrario, ejercen un control tiránico sobre la voluntad del pueblo cercenando así su capacidad de discernimiento y por consiguiente minando su reacción, logrando que la sumisión de la sociedad civil se convierta en la trágica y buscada consecuencia de un sistema político corrupto y despiadado. La población, despojada de su autonomía y sometida a la perversión manipuladora de sus gobernantes, es una marioneta en manos de aquellos que buscan perpetuar su poder, originando la apatía y la resignación en el corazón mismo de la sociedad debido a la sensación de impotencia y frustración ante un poder que parece insuperable.

Por todo ello, la fuerza -a veces intangible- de la resistencia y la denuncia continúa y debe continuar latente, motivando y arropando a los amantes -que somos muchos- de la libertad y de la democracia. Es tan importante como necesario reconocer la inmoralidad e indignidad inherente a la manipulación política y enfrentarla con la determinación que nos otorga nuestra Constitución y la fuerza legal, moral e histórica de nuestra democracia. Es el pueblo, «esa religión de hombres y mujeres honrados», que decía el clásico, llamado sociedad civil el que debe alzar su voz contra aquellos que buscan humillarla «arrastrándola y pisoteándola», exigiendo transparencia, rendición de cuentas y un verdadero y exquisito respeto precisamente por los principios democráticos a los que los ciudadanos de una sociedad libre y democrática tienen (tenemos) derecho.

Éstas, en definitiva, no son ni deben ser otra cosa que gritos que se suman a los cientos de miles ya existentes de denuncia por la libertad y la justicia, las cuales no pueden estar en manos de perfectos miserables de moral corrompida, «lameculos vividores» del «me lo llevo crudo» y trepas de cualquier calaña. Como ciudadanos libres de un estado de derecho no podemos ni debemos permitir que estos atrevidos e irresponsables, con nuestros votos y nuestros desmesurados e injustos impuestos (unos pagan unos, y otros pagan otros, según donde residan o digan residir), lejos de servirnos, nos esclavicen.

Juan A. Pellicer

Sursum Corda (Arriba los corazones)

0 comentarios

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Pin It on Pinterest

Ir al contenido