La Mentira como modelo de sociedad©

por | Oct 9, 2024 | 0 Comentarios

«Al que juró hasta que ya nadie confió en él; mintió tanto que ya nadie le cree; y pide prestado sin que nadie le dé; le conviene irse a donde nadie lo conozca.» (Emerson)

     Cuando la mentira deja de ser un recurso ocasional, excepcional, y se convierte en una herramienta fundamental e imprescindible para organizar la vida, tanto individual como colectiva, se abre una peligrosa puerta hacia la decadencia moral y social. La mentira no es solo un acto, sino una actitud, un hábito que, cuando se instala en las instituciones, acaba configurando evidentemente un modelo de sociedad sustentado en el engaño, la desconfianza y la manipulación.

     La práctica de la mentira no solo degrada al individuo, sino que también corrompe el tejido social, porque aquellos que mienten no están simplemente ocultando la verdad, están construyendo una realidad alternativa, un mundo de sombras donde la percepción distorsionada se convierte en un instrumento de poder. Organizar la vida en torno a la falsedad, es minar los valores fundamentales que permiten la convivencia y la paz. Se podría decir que quien erige su existencia o permanencia sobre la falsedad no solo destruye la confianza colectiva, sino que va diseñando el camino adecuado hacia el desmoronamiento social. Sin duda, una perfecta y magnífica táctica, si lo que se pretende es acabar o destruir un sistema concreto de sociedad donde libertad y democracia son los estándares de convivencia.

     Vivir en la mentira es negar la propia autenticidad, quizá, porque esta sea lo suficientemente pobre y ruin como para asumirla. No siendo psicólogo, experto ni profesional en materias relacionadas con la personalidad, estas letras/ideas que aquí expongo se circunscriben exclusivamente al plano de lo subjetivo, de lo personal, simples opiniones porque creo que el hecho de no ser un profesional en un campo concreto no me impide o limita para que no pueda tener una opinión que, evidentemente acepto, pueda ser errónea; y es precisamente por dicha razón que me permito seguir opinando, y en ese sentido creo que quien adopta la mentira como norma, como modelo de vida, de alguna manera expresa lo incómodo que se encuentra con su realidad, la vergüenza y el desprecio que siente hacia sí mismo, siendo por ello que se entrega a una existencia ficticia, vacía de sentido y contenido. Más allá de las consecuencias sociales, el autoengaño termina por destruir la conciencia misma, que es el último refugio de la moralidad que el ser humano posee. Sin embargo, el daño se potencia cuando la mentira se establece como la base de las estructuras políticas y sociales. En estos contextos, la falsedad no solo se permite, sino que se legitima. La sociedad se convierte entonces en una farsa, en una gran obra teatral donde los valores que sostienen la justicia y la libertad son continua e intencionadamente subvertidos, distorsionados y por ende, que quizá sea el fin último, sustituidos.

     Los regímenes totalitarios, construidos precisamente sobre el engaño, son el ejemplo más claro de esto. No solo distorsionan la realidad, (histórica, económica, social, etc.) sino que buscan imponer una única verdad, eliminando cualquier oposición a base de desinformación, propaganda, en definitiva: corrupción. La verdad, se convierte en una amenaza para este nuevo orden perversamente constituido. Que nadie se engañe, en un modelo de sociedad así, como el que nos están acostumbrando a asumir, no hay lugar para la honestidad, la libertad ni la dignidad humana, porque vivir en la mentira, bien se trate en el ámbito personal como colectivo, es vivir una vida de esclavitud. Una sociedad que se basa en el engaño pierde su sentido de excelencia, de superación … de evolución, convirtiéndose en un espacio de alienación y desesperanza, un camino de autodestrucción en el que, tarde o temprano, esta lacra (la mentira), termina devorando todo a su paso, incluidos a los propios farsantes y falsarios.

     En este sentido y para finalizar, me gustaría dejar en el aire algunas preguntas, recogidas esta mañana junto al mar de la esperanza en el que vivo ¿Qué le lleva al mentiroso mentir por segunda vez a su mismo interlocutor? ¿Por qué da por hecho que lo puede hacer? ¿Intuye que no pasará nada, que no tendrá consecuencias? ¿Considera que el otro necesita la mentira para seguir viviendo? … Ahora, dado que no es menos importante, pongamos el foco en el otro, en el sumiso y en muchos casos complacido receptor de mentiras: ¿Por qué permite la reiteración en la mentira? ¿Por qué no solo no responde, sino que la asume? ¿Acaso prefiere o no le importa ser engañado?

     No está bien ser engañado, es malo. No está bien dejarse engañar … también es malo.

Juan A. Pellicer

Sursum Corda (Arriba los corazones)

 

 

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