Siempre he mantenido que para el poeta, el escritor, el músico, el pintor, etc. para el creativo en definitiva, el artista, sea en la disciplina donde este encuentre la (su) inspiración, nada de lo ajeno, de lo externo debe resultarle indiferente.
Es en la vida, en la naturaleza, en el hombre y su mundo que el artista se va encontrando a si mismo. Va sintiendo –acaso porque voluntariamente va contagiándose – ese “agobio” vital que no es otra cosa que la propia evolución hacía lo que en su génesis podría resultar desconocido.
Es por ello que la propia inquietud por aprender, por conocer, -quizá porque nos pasamos la vida buscando respuestas- nos lleva a encontrarnos en situaciones para las que ni tan siquiera nosotros tenemos respuestas.
Si alguien me preguntase: ¿Porqué ahora este libro de Haikus? ¿Qué lo trae, que lo motiva? ¿De donde la inspiración? … no tendría respuesta, al menos una que medianamente tuviera un fundamento más o menos lógico. Decía Ovidio el poeta latino: “Las causas están ocultas. Los efectos son visibles para todos”. Seguramente es en esta frase que se encierra otra respuesta que viene a conciliar esta íntima inquietud.
Quizá mi amor por la naturaleza, mi interés por los espacios abiertos, mi atracción por las formas y los colores, y por supuesto mi no disimulado amor hacía la poesía, entre otras motivaciones, actitudes o características personales, han sido o jugado –todas juntas o por separado- un papel importante para que en este momento creativo de especial y particular inspiración, haya reparado o mejor dicho me haya visto felizmente “atrapado” por la magia de esta milenaria y singular lírica poética de la que por supuesto no me considero un haijin.
Quizá sea el concepto de proximidad, de máxima belleza poética en el mínimo espacio, de asunción del reto que supone ceñirse a su severa pauta silábica (5-7-5), o quizá simplemente sea un remanso de paz y calma, por otra parte tan bien venido como bien hallado, en el que todo escritor, antes o después, sueña encontrar. Uno de los considerados cuatro grandes maestros del Haiku, el poeta más famoso del periodo Edo de Japón Matsuo Bashó dejó esta preciosa definición que de alguna manera viene a resumir y aglutinar, con su particular sencillez y profundidad esto que vengo comentando: “Haiku es simplemente lo que está sucediendo en este lugar, en este momento».
Entre las páginas de este libro, el lector encontrará Haikus –los de una vida- como en prodigiosa danza, donde cada uno intenta convertirse en respuesta del que le precede, no perdiendo por ello su propia esencia lírica, poética y de reflexión.
No ha sido mi intención, sería incapaz –no por acción sino por conocimientos- de emular a los grandes poetas autores de Haikus. Ha sido más bien la inquietud, y también porque no decirlo, mi osadía al dejarme llevar de esta impronta que, como viene siendo habitual en estos días “en los que voy siendo”, me lleva a esa otra forma de enamoramiento que nace también de la mano de la emoción, y que irremediablemente conduce a cerrar los ojos e intentar hablar con el corazón.
Espero que el lector se encuentre entre las páginas de este libro, como yo cuando perdido entre los campos de la amada naturaleza que es capaz de construir el alma, una tras otra iban despertando a nuevas y distintas sensaciones. Todas ellas son las que han configurado esta otra forma de compartir poesía.
Muchas gracias.

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