«Los tiranos se rodean de hombres malos porque les gusta ser adulados y ningún hombre de espíritu elevado les adulará.» (Aristóteles)
Los dictadores han representado y continúan representando una grave amenaza para la libertad y la justicia de cualquier sociedad democrática y nosotros no somos ninguna excepción. Cuando surgen datos o informaciones que generan sospechas sobre acciones contrarias a las leyes establecidas, cualquier líder gubernamental debe optar entre dos opciones: colaborar con las investigaciones y, si es necesario, dimitir para facilitar su esclarecimiento; o por el contrario, ignorar las acusaciones y mantenerse en el poder. Esta última decisión, tiene un coste humano, político y social incalculable, entre otras razones porque además de correr el riesgo de no llegar a esclarecer la verdad de lo ocurrido con la consiguiente sensación de impunidad y vacío legal con la que cualquier persona o grupo de personas pueden llegar a actuar, puede además, y esto no es tema menor, marcar el inicio de un período de represión, estancamiento e involución para la nación y su pueblo, y nosotros, como digo, no somos ninguna excepción.
El aferrarse al poder por parte de un dictador no solo perpetúa la opresión y la injusticia, sino que también mina los cimientos de la sociedad civil y el estado de derecho. Los derechos humanos básicos, como la libertad de expresión, la libertad de prensa y la libertad de asociación, son sistemáticamente restringidos o eliminados por regímenes dictatoriales que buscan consolidar su control. Desgraciadamente, en la mente de todos existen muchos ejemplos de sociedades donde, no solo podríamos mirar, sino también estudiar y analizar las causas y consecuencias de esta degeneración a la que me refiero, porque dicho retroceso no solo afecta a los ciudadanos en el ámbito individual, sino que además limita el potencial de desarrollo y progreso de toda una nación en cualquiera de sus ámbitos: económico, cultural, investigación, educación, social, empresarial, etc. Por supuesto y por ende, también en los escenarios internacionales de consideración y toma de decisiones especialmente geoestratégicas y geopolíticas.
Además, el esfuerzo de un dictador por redoblar sus acciones en contra de la libertad y la justicia no solo infringe un severo mensaje a su ciudadanía, sino que traslada una peligrosa y escalofriante señal a la comunidad internacional, entre otras razones porque se exhibe de manera perversa una falta de respeto por los principios democráticos y los valores universales de derechos humanos, lo que indefectiblemente debilita la solidaridad global en la defensa de la libertad.
Finalmente, el esfuerzo de un dictador por mantenerse en el poder a expensas de la libertad y la justicia tiene consecuencias devastadoras para millones de personas porque atenta contra la dignidad humana, obstaculiza el progreso, como hemos visto y perpetúa un ciclo de sufrimiento que solo puede romperse mediante un compromiso firme por parte de los amantes y defensores de la libertad, la democracia, los derechos humanos y el estado de derecho. También el hecho de ser socios por formar parte de una comunidad de estados democráticos, debe tener una respuesta enérgica e indiscutible por parte de dicha comunidad acorde a sus propios principios y fundamentos de todos conocidos: libertad, democracia, igualdad y Estado de Derecho, y fomento de la paz y la estabilidad, los cuales les deben apremiar a mantenerse firmes en su condena de inquisidoras intenciones apoyando de manera clara y contundente despejando cualquier género de duda entre los que luchan por la libertad y la dignidad en cualquier lugar.
Sursum Corda (Arriba los corazones)
Juan A. Pellicer
Aparte de escritor, eres un leedor de pensamientos de muchas personas con miedo a hablar y en tus escritos con delicada dedicación ven su libertad.
Muchas gracias «anónimo» por tu generoso comentario. Mis letras, un grito que nace dentro con ganas de volar y llegar, si en algun caso lo consiguen será otro motivo de alegria y satisfacción de comprobar que somos muchos los que estamos en esta «trinchera» de la libertad. Saludos