El L.I.E. (La Inmoralidad en España). ¡Nuevo partido político!

por | Mar 28, 2025 | 2 Comentarios

“Nada degrada tanto a un pueblo como acostumbrarse

a ver la inmoralidad sin rubor y a los inmorales sin castigo.” (Anónimo)

No estamos ante un desliz ni un accidente. Lo que hoy llamamos corrupción, mentira o traición no son excepciones del sistema: son el sistema. La inmoralidad se ha convertido en la columna vertebral de la política española. Lo que antaño se repudiaba como anomalía, hoy se celebra como estrategia. No hay error, hay método. No hay vergüenza, hay impunidad.

La mentira es el idioma oficial. La traición, una herramienta parlamentaria. La ética, una reliquia disfrazada de discurso. Hoy, el honor es una palabra vacía, usada solo para coronar promesas falsas o justificar indignos pactos. El político ya no representa, usurpa; no gobierna, manipula; no legisla, conspira.

Pero lo más alarmante no es la degeneración del poder -siendo esto importantísimo- sino su aceptación social. Se ha normalizado -hemos normalizado- la indecencia. El ciudadano, inundado y aturdido por la propaganda, desmoralizado por la rutina y vencido por el miedo, la comodidad o impotencia, ha aprendido a convivir, validando muchas actitudes, con sus verdugos. Vota con la misma naturalidad con la que se encoge de hombros ante el saqueo y desprecio hacia sus derechos.

Hemos dejado de esperar justicia, para conformarnos con migajas. De pedir respeto, para aplaudir la astucia del embustero. Y mientras, ellos se reparten el poder entre carcajadas, la dignidad se desangra en las aceras, en los hospitales sin los sanitarios suficientes, en los tribunales con falta de medios y recursos, en las escuelas sin futuro, en los hogares donde el pan escasea, pero la rabia crece.

La política ya no es el arte de lo posible, sino la industria -el negocio- de lo ilícito, la ingeniería de la afrenta, la ofensa y la humillación. Se ha transformado en una cofradía de inmunes, en una maquinaria que tritura la verdad instalada en el cinismo, la desvergüenza y la hipocresía. El ciudadano ha sido reducido a simple espectador anestesiado convirtiendo su silencio en complicidad.

A pesar de todo -y guiado quizá por mi ilusión-, quiero pensar y creer que aún queda un reducto inviolable que no es otro que el que a todos nos concierne, cual es la conciencia del ciudadano libre, protagonista irreemplazable de un Estado de derecho. Aún podemos mirar de frente, señalar denunciando al corrupto, romper el pacto con la resignación, exigiendo justicia, respuestas y verdad. Recuperar el sentido de lo justo, lo digno, lo honorable, lo ético. La democracia se defiende ejerciéndola, no delegándola.

La inmoralidad no es solo un problema: es una condena. Y si la miramos de reojo, si callamos, si fingimos no verla, no haremos su funeral; antes al contrario, la convertiremos en costumbre, en ley, en normalidad.

Y… ¿quién y para qué, querría esta maldita normalidad?

 

Juan A. Pellicer

Sursum Corda (Arriba los corazones)

 

2 Comentarios

  1. Lilia Cremer

    Gracias, Juan Antonio, tu voz es la de cientos, por no decir miles que sufren los mismos “males” por reunir en una palabra el atroz proceder de quienes gozan de poder impunemente. Por momentos sentí que hablabas de mi país. Abrazo. Lilia

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    • Pellicer

      Muchas gracias mi estimada Lilia por hacerte eco de estas letras que, no tengo duda, anidan en el sentir de muchas almas. Un abrazo fuerte desde el Mar Menor de España.

      Responder

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