“Elegir vivir sin libertad es convertirse en un proscrito”

Hay momentos en los que nos sentimos arrastrados a continuar el camino impuesto por otros; sin poder dar la vuelta; sin opción a retroceder ni parar aunque solo sea para negarte, sin otra alternativa que la de superándote en tu dolor, avanzar, sin más opción que la de continuar hacia lo que sabes que no es tu lugar porque no ha sido tu decisión, porque intuyes que tu destino es otro. Tu meta no es la de quién te lleva -quizá sea la suya-, de igual manera que tu objetivo no es el de quién te lo impone. Te dicen, con la sonrisa amenazante de quién se sabe poderoso, que no discutas, que no discrepes, que no cuestiones los modos ni las formas, que no intentes buscar otra salida. Simplemente, que te sometas, que acates agachando la cabeza, que aceptes la injusta imposición. Así te “perdonan la vida”.

Y te preguntas: ¿En verdad, no hay más salidas? ¿Es este mi destino? …no encontrando respuestas, al menos no las justas, las válidas. Y continúas sintiéndote nómada errante en la senda desconocida. Uno más en ese tránsito de almas calladas, vencidas, testigo de otro atardecer que volverá, como ayer, a ningunear tu figura, acallando el dolor que alberga tu alma.

De pronto un murmullo toma el tiempo anulando la fría noche. Una voz distinta que percibes igual que todos cuando abrazados escuchan. Una voz tan clara como desconocida, tan cercana como certera, tan viva como presente. Las miradas se entrecruzan queriendo ver en ellas la complicidad en la esperanza. Y vuelven las tímidas sonrisas alzando los ojos a los cielos que se sueñan, sintiendo la alegría de no estar solo, de no ser solo, ni tener que regresar acompañado de ninguna impuesta soledad. Y la desconocida voz amable calla por el clamor de quien se niega a ser una gota más de esa mancha de odio, quedando los pies atados a la tierra aferrados a millones de esperanzas.

Se reinventa el camino desvelando la falsedad del objetivo. No era el tuyo ni tampoco tu decisión.
Amanece. La belleza y verdad de la resplandeciente emoción sobrecoge y no disimula el instante de su auténtica realidad.

Que distinto dejarse llevar guiado de la suave brisa a la que ayer otros engañados caminantes bautizaron en su añoranza con la palabra: Libertad

Juan A. Pellicer