¿Cultura?©

por | Oct 19, 2023 | 0 Comentarios

“Sólo el que sabe es libre, y más libre el que más sabe… Sólo la cultura da libertad… No proclaméis la libertad de volar, sino dad alas; no la de pensar,
sino dad pensamiento. La libertad que hay que dar al pueblo es la cultura”
(Miguel de Unamuno)

Un amigo por el que siento verdadero aprecio, no en vano de él he aprendido especialmente lo importante que puede llegar a ser el compromiso del artista con su obra, me escribe –vivimos muy alejados geográficamente, casi en mundo distintos- compartiéndome su inquietud por el contexto social, político y mediático que encuentra en torno al Arte y la Cultura en general con la consecuente derivada hacía sus protagonistas: artistas y creativos de cualquier género.

La tendencia, el mandato no escrito, la directriz no verbalizada a seguir “desde arriba” parece no ser otra que la de uniformarnos, sedarnos, confundirnos, domesticarnos,… esa es al menos –vaya por delante- mi particular percepción. No puede haber elementos discrepantes, no es bueno que las personas mantengan criterios distintos de los políticamente correctos o socialmente impuestos y/o aceptados, parece que solo existe una única verdad y esta se encuentra en el reducido habitáculo de los de siempre, los que tienen la fuerza, el poder y el dinero, los que manejan los medios, aquellos que disponen de los resortes para doblegar voluntades en base a unos intereses –a veces demasiado ocultos-. No nos engañemos, al fin y a la postre de eso estamos hablando, de fuerza, dinero y poder.

Una parte de mí vive en una continua y constante actitud crítica como opción personal de vida frente a casi todo poder establecido, iglesia, políticos, políticas, justicia, etc., etc.,. Mejor dicho, el de la parte de esos poderes que con ausencia absoluta de empatía y un mínimo de solidaridad ejercen una irrespirable presión entre los ciudadanos. Esto sé que no es bueno, muy posiblemente no sea positivo, es más, sé que incluso probablemente no sea lo más inteligente. Pero como muy bien me dices: “a veces me devora la impaciencia…”

Esa amarga sensación que se instala en el aire formando parte de las sombras, cuando se posa en el arte, en el callado mundo de la creación, cuando esta sensación que inevitablemente va contaminando el ambiente te inunda e invade y te va diciendo, repetitiva y sutilmente: «… déjalo, no merece la pena, no sigas, ¿A quien le importa lo que haces?, ¿A quién interesa…?». De alguna manera esta imparable “marea negra” va mermando tu alegría en directa proporción a como va aumentando tu impotencia y desencanto. Las luces y las sombras en ese continuo e intimo batallar con el que vamos construyendo los días.

Me van a permitir disculpándome por ello, que para ilustrar de alguna manera lo que intento decir, recurra a una parte de mi experiencia personal, ya que como decía Alen es lo más cercano que tengo de mí.

Son varios los años que vengo disfrutando, aprendiendo y compartiendo dentro del mundo de la Fotografía y de la Poesía. Como suele ocurrir, durante ese tiempo ha habido épocas más productivas que otras. También a veces he permanecido durante meses alejado de ellas por razones varias, laborales, familiares, económicas, etc. Ahora durante estos últimos años afortunadamente he retomado de nuevo el pulso de mi vida en este sentido. Seguramente he escrito y creado más en estos últimos diez años que en los treinta anteriores. De aquí, de este proceso creativo y evolutivo, también se podrían extraer muchas e interesantes conclusiones, ya que muchas de ellas no son ajenas al tema en cuestión, pero quiero seguir centrado en el relato.

En estos últimos años como digo, mi proceso creativo ha ido creciendo en continua evolución; en él me siento disfrutando como nunca, veo que mi capacidad creativa felizmente va a más tanto en el campo de la imagen como en el poético y narrativo. Ha habido noches, -por poner un ejemplo- que me he levantado a retomar la escritura porque me ha venido la “palabra” necesaria y oportuna para cerrar un poema iniciado la tarde o el día anterior; acaso porque ellas en nuestro interior también deben ser libres. Otras donde casi no me he llegado a acostar por no perderme un Amanecer. He sido capaz de estar toda una mañana, varias horas, –quién lo “sufrió”, lo recuerda- campo a través tras una Libélula para poder fotografiarla –por los mundos de internet la podrán ver-. Renunciado a compromisos en pos de poder continuar perdido entre las páginas de mi próximo libro, o no dejar a medias un relato, un texto que siempre parece inacabado. Recibido -y sufrido- frases o comentarios despectivos, -obvio su intencionalidad- cuando confiado, me he atrevido a decir cosas como; “… el arte está en el corazón; lo importante es sentir; hay que sacar lo que llevamos dentro,…” Todas estas expresiones y muchas mas que lo único que han obtenido como respuesta ha sido las humillantes y vejatorias de: “… quien te crees que eres; eso está bien como hobbie; con esas ideas nunca llegarás a nada; más te valdría dedicarte a otra cosa;…”

Con mis fotografías disfruto; con mi poesía soy feliz, “casi” consigo expresar todo lo que siento en el momento. Como digo, me encuentro en una etapa creo que importante en mi trayectoria artística y por supuesto vital. No dudo ni escatimo esfuerzos y sacrificios, personales, sociales incluso económicos, para poder continuar haciendo lo que me gusta: escribir, fotografiar, crear… vivir cerca, lo más cerca posible del Arte o al menos y desde la más absoluta modestia, yo vivo como tal. Pero eso es lo que estoy experimentando en mi interior, de puertas para adentro. Por supuesto con el inestimable apoyo de mi compañera, que sigue creyendo en mí más que nunca, que me apoya, me alienta y estimula para continuar haciéndolo; que me comprende y por supuesto me acepta, me quiere y me respeta.

Fuera de ahí, en la sociedad de la que inevitablemente formamos parte: instituciones, organismos, administraciones, ayuntamientos, grupos sociales, colectivos y asociaciones públicas o privadas en general, bien en sus esquemas y/o estructuras, bien en la actitud de muchos de los responsables al frente de ellos, la desvergüenza, el despropósito, la mediocridad comienza a ser –seguramente siempre lo ha sido- descaradamente alarmante. Una falta total de coherencia, del mínimo respeto, un continuo atentado contra la inteligencia humana. Un abuso. Una falta de honestidad y criterio. En fin, el mas absoluto desprecio por la cultura puesto de manifiesto a veces con gestos, palabras o incluso –lo que resulta más hiriente- con silencios envueltos en lo que podríamos tildar como “el desprecio del necio”.

Podría poner algunos ejemplos representativos de lo que digo.

Sé de fotógrafos (profesionales o amateurs) que recorren como errantes peregrinos con sus porfolios, las distintas “ventanillas” de su cercana administración buscando y pidiendo un lugar donde poder exponer (colgar), encontrando en ese particular vía crucis de humillaciones el silencio no exento de desprecio en numerosas ocasiones.

Conozco de primera mano lo que en cierta oficina de cierto ayuntamiento le dijeron a otro ilusionado y entusiasmado y por supuesto noble e idealista artista cuando tan siquiera lo que pedía en la ventanilla era le dieran la opción de poder colocar en la pared de la gran oficina, que por cierto era la encargada de la atención a los clientes, especialmente a los turistas/visitantes, el pequeño cartel explicativo donde anunciaba las fechas de su próxima exposición, una propuesta por cierto que había logrado conseguir por sus propios medios y sin la ayuda de nadie -colgar 25/30 fotografías en un local durante una semana, créanme, ni es fácil ni es barato-, “… lo sentimos mucho, pero en este ayuntamiento, en esta concejalía, no EXISTE un espacio en ninguna pared de este Ayuntamiento donde usted pueda colocar su cartel de publicidad anunciando esta Exposición -un cartel cuyas medidas eran A4/folio-. Así se las gastan. De estas “malditas anécdotas” podría contar varias, a cuál de ellas más triste y escandalosa.

Relacionadas con Concursos y Certámenes Literarios contra los que por supuesto nada tengo en contra, más aún, encantado suelo aceptar cuando se me ofrece la posibilidad de formar parte de sus Jurados; decir que, afortunadamente no todos, pero si existe sobre muchos de ellos una gran dosis de desconfianza y recelos dado el poco rigor y/o seriedad con que son organizados y peor aún, los fines u objetivos por los que fueron inspirados. He conocido incluso alguno creado ex profeso para “premiar” una sola obra. Esto es sencillamente, además de humillante, vergonzoso.

A otro amigo, de los que suelen ir de frente, porque creen en la honestidad de su trabajo, al ir a presentar su obra a un concurso, osó preguntar con tono no exento de su brillante ironía a la persona encargada de su recepción si se sabía ya el nombre del ganador o ganadora, a lo que la persona responsable de dicha recepción –muy ofendida/o por cierto- le espetó de no muy buen talante, a lo que mi amigo y continuando con la sutil ironía le dijo: “acuérdese de este nombre, ya que él/ella será el próximo ganador/a”. Al poco tiempo después y entre las risas con las que se suele camuflar el desánimo o desconsuelo, saboreamos un humeante café en nuestro bar favorito.

En cuanto a Locales, Galerías, Centro de Exposiciones y demás espacios habilitados para ello, merece tratamiento aparte. Puedo decir que en esta ciudad, supongo que en otras más cercanas o más lejanas sucederá algo parecido, al menos es muy difícil aspirar a exponer, presentar u organizar nada, en casi ningún espacio. Eso es privilegio de “unos pocos”, (casi siempre amigos) cuyos méritos serían al menos discutibles en muchos de los casos. El criterio de selección o aprobación, debería ser otro al de: “¿Cuánto me pagas?” o “¿De quien eres familia o amigo?” o “¿Qué has votado o qué o a quién piensas votar?”. Así es, al menos esa es mi experiencia.

La consecuencia de ello, en lo que tiene que ver conmigo al menos, es que intento dentro de mis escasas posibilidades y ante la negativa a entrar por “determinados aros” o comulgar con anacrónicos y autoritarios, excluyentes y degradantes comportamientos, dar a conocer mi obra fuera de mi tierra -una pena y una vergüenza, o quizá no, según se mire- con la ilusión de encontrar espacios donde sus responsables tengan esa actitud receptiva y por supuesto neutra e imparcial donde se pueda dar a conocer con la dignidad que modestamente considero merece. Esto es extensivo, por supuesto, a muchos artistas que como yo siguen luchando y creyendo que es posible esta otra forma de lo que también seguramente podríamos llamar: justicia/reconocimiento.

En relación a Proyectos, Iniciativas, etc., permítanme una pincelada al respecto ya que considero que también merece capítulo especial. Les puedo decir que es tan lamentable este aspecto que no solo he decidido no pedir nada, sino que además me niego a aceptar ninguna subvención, ninguna ayuda económica especialmente. Estoy convencido, lo he visto en otras personas, que ese pequeño favor, esa “envenenada dádiva” hay que devolverla con creces, perdiendo además en muchos casos y esto es grave –también los conozco- la autoría de tu obra, de tu trabajo, incluso tu propia personalidad y criterio como artista. De alguna manera tienes que dejar de escribir, dibujar, fotografiar, aquello que deseas, en aras de aquello otro que es oportuno, procedente o del agrado del que “paga” y por tanto… manda. Otra vergüenza.

Finalmente y como punto y seguido a este rosario de despropósitos, les diré que también conozco autores, artistas, creativos, etc. recelosos respecto de mostrar, enviar, compartir, o solicitar escaparates adecuados para la promoción de sus obras: editoriales, correctores, agentes literarios, críticos, concursos, departamentos de selección y/o publicación, etc. por ese lógico resquemor de sentir que su obra seguramente no va a estar “en las mejores manos”. Seguramente y llevado de esa lógica prevención el autor decida buscar otras vías de promoción, de ahí quizá se desprenda uno de los factores que inciden en las crecientes cifras del llamado “fenómeno” de la autoedición o auto-publicación, por ejemplo, siendo con ella que el autor decide someterse de manera directa al juicio o valoración de su lector asumiendo, eso sí, todas las consecuencias, también las económicas evitándose de esta manera los “riesgos” de algunos intermediarios. Siendo otra de las derivadas muy temidas por los autores y creativos en general y sin perder de vista este contexto es la también conocida tendencia del plagio, es decir, tras recibir la negativa respecto de tu trabajo por parte de aquellos aduciendo lo políticamente correcto: “Muchas gracias por su envío, pero sentimos decirle que su obra no encaja en nuestra línea editorial, o nuestro proyecto cultural, o nuestra promoción especial…”, verla meses después publicada directa o debidamente camuflada/adulterada bajo otra firma.

Estos y muchos otros ejemplos podrían servir para mostrarles lo que intento trasladarles con estas denuncias, ese abandono o dejadez que hay en torno a la cultura en general, lo que lleva a una parte importante de sus protagonistas, los autores/artistas al descontento, la desconfianza que tanto afecta y para los no muy pacientes, el desánimo.

La cultura, el arte no puede tener dueño ni señor al que rendir pleitesía. El artista es un creador de mundos, de ideas, de conceptos, de otras formas de ver y sentir. El artista es y debe ser un alma libre y desde su libertad ser capaz de mostrar y “regalar” todo lo que guarda y atesora en su interior. El artista no puede ser comprado, ni vendido, ni humillado, ni perseguido antes al contrario debe ser alentado, protegido, ayudado, escuchado porque cuando todo falla, el arte y la cultura es lo único que permanece. Considero que los gobiernos y las políticas de dichos gobiernos deben estar orientadas a fomentar el ARTE, -y no solo en el papel y en los panfletos- no a inventar un arte para unos pocos. El arte es para todos y de todos. Con él no se debe negociar, ni medrar, ni por supuesto chantajear o manipular. No debe tener dueño, y si precisara tenerlo que fuera quien lo supiera entender y respetar. El arte, querido amigo, nace en el corazón, y seguramente, a lo único que aspira es a encontrar otro corazón donde llegar, descansar y florecer. Por lo tanto creo que nuestro trabajo debe ser el de seguir creyendo en nosotros como creativos y artistas libres e independientes y continuar llevando nuestra obra a todo aquél que esté dispuesto a recibirla, e incluso, sin comprenderla, respetarla. Así, sin más.

Juan A. Pellicer
©(1805237170101)

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