JUNTO AL MAR DE LA ESPERANZA
La inspiración fluye en el alma inquieta del creador como la mirada del niño descubriendo su mundo sorprendido además de por las personas, por las formas, los colores y los sonidos que le rodean. Una fuerza irrefrenable que le lleva a tocarlo y sentirlo todo haciéndolo suyo. En su inocencia, el niño se pierde felizmente en el universo de su infinita imaginación gozando del placer que, sin comprenderlo, le reporta su exploración.
Algo de ello ocurre en el alma del artista, del creativo. Un caudal de inspiración que por momentos le desborda apoderándose del corazón conmoviéndolo. La belleza, la magia, la explosión de sensaciones, como con voz propia, se reinventan entregándose a la sed creativa que anida, también como en el niño, en ese deseo imparable de seguir creando, de seguir buscando, … en ese mundo tan íntimo y particular que se descubre en cada mirada, en cada silencio …
La creatividad que arrastra al artista alberga una dosis importante de valentía propiciadora para afrontar el reto asumiendo el riesgo que supone, sin temor a fracasar, o no gustar, a no encajar, a la crítica… incluso a la mofa. Abandonar la cálida “zona de confort creativo” donde se encuentra lanzándose a ese desconocido escenario exponiéndose desde la verdad plasmada en su arte. Ser capaz, de alguna manera, de dejar de pisar su “ayer” para comenzar a sentirse pleno en este hoy. Esa quizá sea la mejor unión a la que se refería el filósofo Pierre Teilhard de Chardin cuando afirmaba que “Crear es unir”. Quizá, en la medida que el artista va conciliando su vida, su historia, su pasado con su presente, va haciendo de su obra un todo inseparable, inteligible… innegable.
Con estas 12 obras: “Abismos” “Evoluciones” “La quietud de la duda” “Libertad” “Mares sentidos” “Muerte” “Otras realidades” “Poética del buen amor” “Por el amor conseguido” “Ser y Estar” “Trascendencia” y “Vida”, he aprendido, he soñado, he sentido que he dado un paso más adentrándome en mi particular viaje por este desconocido mundo, llamado del arte, en el que, dejándome llevar, descubro que existen en mí otras formas de expresión y comunicación. Que también se puede hablar desde los silencios y las formas y lo que es más importante, creando me he divertido mucho. Creo que en el arte, sea cual sea su expresión: poesía, narrativa, cine, teatro, fotografía, música, … hay o debe haber una componente de diversión sentida dentro y vivida fuera de uno mismo porque la creatividad quizá no sea otra cosa que la extensión de nuestro entusiasmo por lo que hacemos o nos proponemos hacer.
En “Junto al mar de la esperanza” me he sentido un poco más yo porque me abre los ojos del corazón, me abraza llevándome entre sus suaves olas haciendo de cada reflejo una posibilidad, una respuesta real para seguir creando. Junto al mar de la esperanza me muestra otras formas de seguir sintiéndome vivo, capaz de hablar otros idiomas: los del alma.
Juan A. Pellicer