No sé ¿de qué nos sorprendemos?, cuando alguien nos dice ¡cualquier tiempo pasado fue mejor! y solemos retrotraernos a aquellos días de pantalón corto y tirachinas, donde lo importante sobre todo era no caerse del árbol donde emulábamos a tarzán, o que nos viera la niña tonta de papá rico; quizá no era sorpresa, sino desconocimiento, quizá en vez de hacernos la pregunta a nosotros, debieran hacérsela a nuestros padres, a nuestros ancestros porque ellos hubieran respondido muy en contra de esa aseveración.
Los tiempos pasados siempre fueron nefastos para los que vivieron bien y a los que la vida les dio la vuelta en muchos campos, para los que les iba muy bien y todo cambió en un momento sin saber en qué momento ni cómo fue ese cambio, para aquellos que vieron verdor en derredor y sequía en estos momentos en los que la pregunta queda holgada, fuera de lugar, pues la misma naturaleza canta con la garganta seca por un cambio vendido con engaños, con suicidio de las nubes, con ausencia de humedad y estrepitoso a gritos de muerte de lagunas, humedales y maldecimos los porqués de todo este tiempo que pretende ser mejor que otros, que no lo fueron nunca, salvo en la inocencia de calzones con remiendos y pespuntes que dejaban ver a duras penas la armadura desnuda de unos niños riendo y jugando, sin pensar en los tiempos pasados que dicen que fueron mejores algún día antes de sus nacimientos.
Los tiempos siempre son los mismos, así también los inviernos, las primaveras, estos y los de siempre, con ese calor asfixiante del verano que lo fue en su tiempo y que vuelve a serlo cada vez que toca la estación, tal ese tren entristecido, cabalgando en una pescadilla que se muerde la cola para llegar a otoños cantados por poetas, tristes algunos, románticos otros, por más que las notas de Vivaldi quisieran poner música en cuatro estaciones que se repiten y se repiten, mientras nosotros seguimos el camino de un encuentro rítmico anual, con el que se homenajea con una canción popular, amistosa, familiar que nos recuerda a la postre, que se van acabando los veranos, y esas primaveras donde subidos a un árbol nos jugábamos la vida entre tirantes, remiendos, rodillas desolladas, temiendo desfallecer y acabar en tierra tan solo con el temor de que nos viera ocasionalmente riéndose a mandíbula batiente, la niña tonta de papá rico.
Cualquier tiempo no fue ni mejor, ni peor, el tiempo es un elemento intangible al que somos nosotros los que le ponemos las peras al cuarto, le ponemos a veces esa guinda que hace que ese tiempo impalpable pase, se derrita o simplemente se evapore en nuestra existencia, entre nuestros dedos como aquella arena de playa blanca, refulgente, que cegaba nuestros ojos a la luz de un sol tórrido, insoportable, como insoportable es a veces nuestro paso por el tiempo y no deja de sorprendernos, quizá sea que cualquier tiempo pasado tan solo sea solo eso, TIEMPO.
Chema Muñoz©
Compositor. Poeta. Escritor.
España
Me ha gustado mucho. Creo que lo has logrado y es meternos en esa vereda que nunca quisiste marcharte, pero el tiempo no es ni tuyo ni de nadie, es necesario vivirlo sin ansiedad con amor a todos los que allí estábamos.