Aplausos e infamias cogidos de la mano©

por | Mar 31, 2025 | 0 Comentarios

“El poder no es un medio; es un fin. No se establece una dictadura para salvaguardar una revolución;

se hace la revolución para establecer una dictadura.” (George Orwell)

 

“… que todavía se cuestione el testimonio de una víctima y se diga que la presunción de inocencia está por delante del testimonio de mujeres jóvenes…”
(María Jesús Montero. Vicepresidenta del Gobierno de España)

Que una vicepresidenta del Gobierno pronuncie esta frase es un hecho gravísimo. Pero que lo haga ante un auditorio que rompe en aplausos, lo eleva a la categoría de infamia colectiva. No estamos ante una simple torpeza política, estamos ante la renuncia pública y celebrada a un principio básico de la democracia.

La presunción de inocencia, recogida en el artículo 24.2 de la CE y refrendada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos (art. 11), el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (art. 14) y el Convenio Europeo de Derechos Humanos (art. 6). no es negociable. No es un capricho judicial ni un privilegio masculino. Es una garantía universal, que evita que cualquiera —tú, yo, nuestros hijos— pueda ser condenado sin pruebas, por el simple peso de una acusación.

La vicepresidenta lo sabe. Pero prefiere contentar al rebaño ideológico, ese que exige condenas rápidas, certezas emocionales, narrativas sin juicio. Y el rebaño del “zurderío progre”, porque eso es lo que de él se espera, aplaude. Porque ya no busca justicia, sino venganza con perspectiva de género.

Pero ¿quiénes son esos aplaudidores? ¿Qué tipo de ciudadano celebra la demolición de un derecho fundamental? La respuesta es inquietante: son los sumisos del poder, los “militantes del aplauso”, incapaces de disentir, de cuestionar, de ejercer su libertad crítica. Son quienes, por miedo o interés o ambos, prefieren la obediencia al pensamiento. Y es ahí donde empieza la verdadera amenaza.

Porque estos seguidores no son inocentes. Son cómplices. Son los que legitiman el abuso con su silencio o sus vítores. Son los que venden su dignidad a cambio de pertenencia, de «palmaditas» ideológicas, de una paguita o una prebenda. Son los que naturalizan el atropello mientras sonríen, mientras alzan la mano, mientras creen formar parte de algo superior.

Hoy aplauden la negación de la presunción de inocencia. Mañana exigirán la censura. Pasado, celebrarán que se detenga a quien piense diferente. La historia nos enseña que no hacen falta dictadores para destruir una democracia, basta una ciudadanía dispuesta a aplaudir “tragando” lo que sea.

No, señora vicepresidenta, su frase aunque haya salido de su boca, es inaceptable. Pero lo es aún más por la masa que la celebra. Porque sin esa masa, sin ese eco servil, sin ese “rebaño” obediente, el poder, no podría permitirse tales atropellos, porque ustedes, el poder, sin ellos, NO SON NADA.

Y no, señores del aplauso fácil, la justicia no se adapta a su perversa ideología. Ni la Constitución se doblega ante sus estúpidas y trasnochadas consignas.

La presunción de inocencia es un muro que nos protege a todos. Si hoy lo derriban entre aplausos, mañana quizá no tengan voz ni manos para lamentarlo.

Juan A. Pellicer

Sursum Corda (Arriba los corazones)

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