En el crepúsculo desconocido
de cualquier verdad,
queda herida la razón,
resquebrajada,
impoluta en el vaivén de la duda;
envuelta en la quietud obligada
de la vorágine de la desazón.
Grises de consuelo
opacando cualquier alegría,
hija menor de la sonrisa humilde,
del calor del abrazo huérfano,
del temido desenlace;
callada melodía
de pena oculta y olvido vestido,
efímero consuelo,
hecho eterno en otra vida
que, ajena, quiso volar.
Crepúsculo de lo imposible,
ilusión de alma inquieta
persiguiendo tal vez otra mirada,
otra forma de zurcir los tiempos,
de aplacar llantos
entre caminos torcidos
de tierra y piedras que emergen.
En él,
ya no soy;
seré después,
como fui antes,
cascada de agua cristalina
rompiendo la voz
de cualquier calma.
©Jpellicer
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