«Allí donde el mando es codiciado y disputado no puede haber buen gobierno ni reinará la concordia.» (Platón)
Días atrás y por razones derivadas de la esperpéntica situación política y social a la que estamos siendo forzados y sufridos espectadores, de un lado; los espectáculos que están ofreciendo algunos gobernantes, de otro y como consecuencia de lo anterior, la senda por la que toda esta sinrazón nos está conduciendo, traté de responderme algunas cuestiones con el ánimo, al menos, de no confundirme en mi íntimo y particular «norte». Reflexionando entre poder y gobernar o en definitiva: Querer el poder y/o Querer gobernar.
Para profundizar en la distinción entre querer el poder y/o querer gobernar, es importante considerar cómo estas motivaciones se reflejan en las acciones y resultados de aquellos que ocupan o pretenden ocupar cargos de responsabilidad, lo cual me ofreció una buena línea de salida para la narrativa.
«Querer el poder» es una ambición que, en su esencia, revela un deseo de control absoluto. Este afán y deseo de poder no se detiene en la mera obtención de una posición de autoridad, sino que busca perpetuarse y expandirse a cualquier precio, incluida la propia vida (la de los otros, por supuesto). Los sujetos que actúan bajo esta premisa a menudo condicionan los intereses de todos a los suyos y sus propios fines, no escatimando para ello en la manipulación, el miedo y la coacción como recursos para asegurar su objetivo: Dominar. No buscan gobernar, sino doblegar, humillar, avasallar cuanto sea necesario, quedando la ética, la justicia y la verdad como simples y dúctiles herramientas, utilizadas exclusivamente cuando son válidas para reforzar su control.
La historia nos ofrece tristes y desgraciados ejemplos de tiranos y dictadores que, bajo el pretexto de liderar, han ejercido un poder destructivo y opresivo. Estos individuos no buscan el bien común, sino que utilizan la maquinaria del Estado para perpetuar su dominio, aplastando cualquier forma de disidencia y restringiendo las libertades fundamentales de sus ciudadanos. La búsqueda del poder por el poder se convierte en un fin en sí mismo, dando lugar a regímenes totalitarios donde la voluntad de uno solo -o un grupo minoritario- se impone sin miramientos ni consideraciones sobre las necesidades y derechos de la mayoría. Siendo por ello que el concepto de democracia es pervertido debido a que la libertad es subvertida en nombre de la estabilidad y el orden, cuando en realidad no son más que máscaras del miedo, el abuso y la represión.
Por otro lado, «querer gobernar» es una expresión clara y natural de liderazgo democrático. Aquellos que verdaderamente desean gobernar lo hacen con un profundo sentido de responsabilidad y respeto hacia la sociedad a la que sirven y de la que han recibido no solo el mandato, sino además, la confianza. En lugar de buscar perpetuar su poder personal, se centran en el reforzamiento de instituciones sólidas, el fortalecimiento de las libertades civiles y por supuesto en la continua promoción de escenarios de convivencia donde la justicia y la equidad prevalezcan, porque gobernar, en este sentido, implica además un compromiso con la transparencia y la rendición de cuentas, porque se entiende, se asume y se acepta que es un acto de servicio y no de dominación. «El ministro debe morir más rico de buena fama y de benevolencia que de bienes» (Maquiavelo)
La diferencia fundamental radica en la finalidad de cada acto: mientras que el que «quiere el poder» utiliza su posición para su propio beneficio y perpetuación, el que «quiere gobernar» lo hace con el propósito de mejorar la vida de los demás, consciente de que el poder es transitorio y que su legado será juzgado por su capacidad para haber promovido el bien común respetando la dignidad humana. El uno pasará a la historia como un tirano escoria nauseabunda despreciado y despreciable de una sociedad y el otro, como quién puso lo mejor de sí en favor de los ciudadanos.
En el marco de la democracia y la libertad de cualquier país, estado, ciudad, es crucial denunciar y resistir frente aquellos que buscan robando el poder a expensas de los derechos y libertades de las personas. Un líder que realmente lo sea no teme al escrutinio de las urnas ni a la alternancia en el poder; antes al contrario, lo entiende y contribuye como lo que es, una manifestación clara y sin ambages de la voluntad de la ciudadanía. Solo en un ambiente donde el «querer gobernar» prevalece sobre el «querer el poder» se pueden entender las sociedades verdaderamente libres, justas y democráticas.
La historia nos muestra que los tiranos y dictadores, aquellos que ansían el poder por el poder, siempre dejan tras de sí un legado de dolor, injusticia y opresión. Por ello, la defensa de la democracia y la libertad debe ser un compromiso inquebrantable, para garantizar que quienes asuman el liderazgo lo hagan con el único propósito de gobernar para el ciudadano y no para sí mismos ni sus perversos y oscuros intereses, que por cierto, siempre -antes o después-, acaban conociéndose. Menos mal.
Juan A. Pellicer
Sursum Corda (Arriba los corazones)
Muy buen articulo, impresionante
Muchas gracias Paco, celebro que estas letras hayan sido de tu agrado al punto de dejar patente tu comentario. Un abrazo.