«Una nación sin elecciones libres es una nación sin voz, sin ojos y sin brazos»
(Octavio Paz)
Venezuela, la que yo conocí y llevo en mi corazón, es una tierra rica en cultura, arte y diversidad que se encuentra sumida en una profunda y trágica oscuridad bajo el yugo de una dictadura implacable que se agranda día a día (13 asesinados según publica el diario Divergentes en su edición de hoy 1/agosto) y que se niega a reconocer el resultado electoral donde los ciudadanos han expresado mayoritariamente el rechazo a la dictadura que los condena.
El régimen autoritario que «gobierna» hoy este país hermano ha destrozado los sueños de millones de venezolanos, robándoles no solo su libertad, sino también su dignidad y esperanza. La represión brutal que sufren diariamente es una injusticia que demanda y exige no solo la atención sino la acción contundente, decidida y sin ambages de la comunidad internacional en defensa de la democracia. ¿O se considera en esas altas esferas que no es importante esta razón?
La cultura venezolana, vibrante y diversa, ha sido una víctima más de este régimen criminal y opresor. El arte, que debería ser una manifestación libre del alma de un pueblo, se ve intimidado por la censura y la represión. Los artistas, quienes han sido históricamente portavoces de la verdad y la justicia, se enfrentan a amenazas, encarcelamientos y exilios forzados. La libertad de expresión, un derecho fundamental, es sistemáticamente violada teniendo que pagar precios muy altos por su defensa, la vida, el más importante de ellos. Muchos medios de comunicación independientes han sido cerrados y sus periodistas, perseguidos. La voz del pueblo ha sido silenciada, y con ella, la posibilidad de una sociedad informada y crítica.
La juventud venezolana, llena de talento y aspiraciones, es una de las mayores víctimas de esta dictadura. Los jóvenes, que deberían ser el futuro del país, se ven condenados a una vida de escasez, desesperanza y frustración. Las oportunidades educativas y laborales son casi inexistentes, forzando a muchos a emigrar en busca de un futuro mejor. Aquellos que se quedan se enfrentan a una represión feroz si se atreven a alzar la voz contra el régimen. Las protestas estudiantiles, que en cualquier democracia serían vistas como una manifestación legítima y aleccionadora, son brutalmente reprimidas, dejando a centenares de jóvenes heridos o muertos.
La represión no se detiene en las calles. En las cárceles venezolanas, cientos de presos políticos languidecen en condiciones inhumanas, simplemente por atreverse a soñar con un país libre y democrático. Las torturas y malos tratos son moneda corriente en un intento desesperado del régimen criminal por mantener el control a través del miedo enviando incluso a su policía casa por casa buscando y deteniendo a interventores y apoderados de la jornada electoral. Esta violencia institucionalizada es un crimen contra la humanidad que debe ser condenada sin reservas.
La comunidad internacional tiene un papel crucial que desempeñar en este trágico y desolador escenario. No puede y no debe, mirar hacia otro lado. Es imperativo que las naciones libres del mundo se unan en una condena firme y decidida contra la dictadura venezolana. Las sanciones, aunque necesarias, no son suficientes. Se requiere una acción diplomática coordinada para aislar al régimen y apoyar al pueblo en su lucha por la libertad. Organismos internacionales como la ONU y la OEA deben redoblar sus esfuerzos para documentar y denunciar las violaciones a los derechos humanos proporcionando asistencia de todo tipo a los millones de venezolanos que sufren esta execrable injusticia. También se agradecería una enérgica y universal repulsa del Papa Francisco contra esta tiranía, como la de TODOS los artistas, cantantes, músicos, actores (aquí en España los conocidos popularmente como los de la «ceja»), de todos los gremios, también los poetas y escritores que en sus versos y letras que tan bien saben expresar y disertar sobre LIBERTAD, SOLIDARIDAD, JUSTICIA, DEMOCRACIA, ahora y aquí sería una buenísima ocasión para posicionarse en esa defensa inequívoca…. A todos me gustaría verlos y oírlos repudiando y denunciando sin complejos esta cruel y perversa dictadura, porque no debemos olvidar que la situación en Venezuela es una herida abierta en el corazón del continente hispanoamericano, y por consiguiente, los amantes de la libertad, no debemos permanecer indiferentes ante el sufrimiento de un pueblo que ha sido privado de la suya y su futuro, porque la lucha por la democracia y la justicia en Venezuela, de alguna manera, es una lucha de todos y por todos, también por nosotros. Es por ello que debemos alzar nuestras voces en un clamor único de denuncia y apoyo, para que la libertad y la democracia regresen a esta nación.
¡Viva Venezuela libre!
Juan A. Pellicer
Sursum Corda (Arriba los corazones)
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