Obra de Juan A. Pellicer

Corrupción Política: Degradación moral que aplasta la Libertad

por | Jul 1, 2024 | 2 Comentarios

«En un espíritu corrompido no cabe el honor» (Tácito)

La corrupción política, ese cáncer que carcome las entrañas de la democracia, no es simplemente un desliz ético ocasional de algunos individuos tan fracasados, acomplejados y frustrados como ambiciosos. Es el reflejo de una degradación moral que se ha arraigado en las estructuras mismas de nuestro sistema político, convirtiendo por ello a la libertad en una inalcanzable ilusión para el ciudadano común.

En teoría, la política debería ser el arte de servir al bien común, de representar y proteger los intereses de la sociedad en su conjunto. Sin embargo, en la práctica, vemos cómo aquellos que juran defender los valores democráticos se convierten en irresponsables depredadores, devorando los recursos y oportunidades que pertenecen a todos.

La corrupción política no es solo el soborno de un funcionario, el desvío de fondos públicos o el nepotismo descarado. Es la negación flagrante de los principios democráticos más básicos: igualdad, justicia y transparencia. Es la manipulación de las instituciones para beneficio propio, enriqueciéndose a expensas de lo que es del pueblo y al que supuestamente deberían servir, que es por cierto, para lo «único» que se les ha otorgado la confianza a través del voto.

Esta corrupción no surge de la nada. Se alimenta de una degradación moral que va calando nuestra sociedad, donde la ambición desenfrenada, el afán de poder y la inutilidad de poder ser algo o alguien fuera del panorama político (en no pocos casos) eclipsan cualquier sentido de responsabilidad ética, moral, social, …  Se nutre de la impunidad, de la falta de consecuencias reales para aquellos que traicionan la confianza del pueblo o lo que resulta más grave, la permisividad, indiferencia o arbitrariedad legal promovida en muchos casos precisamente por quienes han incumplido, incumplen o piensan volver a incumplir las normas establecidas para TODOS, menos para ellos evidentemente.

¿Qué consecuencias tiene esta corrupción?: la erosión de la libertad. Porque la corrupción política no solo saquea las arcas del Estado, también va minando los cimientos mismos de la democracia. Cuando los líderes electos se convierten en corruptos (con cualquiera de sus «ropajes»), cuando las leyes se «moldean» para acomodar intereses privados, la voluntad del pueblo se ve subvertida y la libertad convertida, como decía, en una ilusión vacía.

Además y por si todo esto no fuera suficientemente grave -que lo es- la corrupción política no solo afecta el presente, sino que también compromete el futuro de las generaciones venideras (véanse ejemplos de la degradación alcanzada por países hermanos y lo que puede llegar a suponer de sacrificios para su población recuperar la «normalidad y credibilidad»). Institucionalizar la corrupción significa perpetuar un ciclo de desigualdad y pobreza que frena cualquier posibilidad de progreso real. Quizá y llegados a este punto, cabe pensar que si no será ese y no otro el objetivo de la esta miserable casta y corrupta clase política dado que nada mejor para ella que una sociedad dependiente hasta para comer, porque así, entregada, rendida, humillada, es fácilmente manipulable y por ende gobernable. Una sociedad sumida en el miedo de la vulnerabilidad, con su capacidad de reacción anulada y su información secuestrada es el mejor escenario para los dictadores.

¿Qué hacer ante esta desoladora situación? Evidentemente la solución no es fácil – ¿o sí? – De lo que no tengo duda, es que debemos levantar nuestras voces denunciando cada día con más firmeza y desde cualquier tribuna no solo cualquier caso de corrupción, sino también a aquél/aquellos, que pudiéndolos evitar (instituciones, organismos, colectivos, etc.) pasan sus días como «mirando para otro lado», como si con ellos no fuera la «fiesta». Más aún, este grito, estas voces unidas y de absoluta e irreversible exigencia se deben hacer oír sin importar cuán poderoso sea el perpetrador o los perpetradores. Ellas, las voces clamando justicia, además deben exigir cambios reales en las estructuras políticas y sociales, porque nuestra libertad, la de los pueblos, la que es amenazada por un sistema corrupto, no es un regalo que nos hacen por ser «niños buenos», sino un derecho por ser ciudadanos de un estado libre y democrático.

La corrupción no es un problema menor… de unos pocos, es un síntoma que debería alertarnos como sociedad, de una grave y peligrosa dolencia, en este caso, consecuencia de «presuntos» gravísimos delitos cometidos por los de siempre, los de arriba y sus entornos sociales, políticos, familiares, etc.

Juan A. Pellicer

Sursum Corda (arriba los corazones)

2 Comentarios

  1. Manuel

    Es lamentable que el sistema este tan podrido que pocas visas tiene de fácil solución, unos se tapan a otros y se justifican en beneficio del bien común, aunque sea en beneficio propio.
    Los recursos son finitos y se están agotando.
    Cual es la solución????

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    • Pellicer

      No es fácil la solución aunque está claro que esta situación está dibujando un paisaje de rechazo generalizado que, como ocurrió ayer en francia por ejemplo, va calando en la sociedad que quizá más pronto que tarde tome, con su voto, cartas en el asunto. Esperemos que los corruptos y miserables y sus políticas finalmente no encuentren lugar donde seguir medrando y engañando. Un abrazo junto a mi agradecimiento por hacerte eco de mis letras.

      Responder

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